La sociedad de la decepción; Lipovetski


En La sociedad de la decepción Lipovetski observa la sociedad desde un punto de vista lacaniano. Toma el concepto de Decepción en Lacan para aplicarlo a la sociedad del hiperconsumo. Decepción en Lacan significa desear algo que crea una pulsión que se extingue al consumarse, en el momento en que es obtenido deja de ser deseado, por cual crea una paradoxa, el hombre pierde su llama, su pulsión intrínseca de deseo. Apagar el deseo es entonces encender la muerte, o el fin; lo que es similar a hablar de extinción del placer y el dolor al mismo tiempo. Lipovestki entonces aplica eso al indudable desarrollo consumista del sistema occidental, sistema en el cual el comprador (no le llamemos más ciudadano, ni ninguno de los otros eufemismos...) vale por lo que puede adquirir, y lo que adquiere no es sino algo carente de valor ontológico. Es entonces que en tanto más consume más se decepciona y vuelve a buscar algo más que consumir. Se acaba siendo un siervo, casi un esclavo del consumo que desea, "trata de poseer para poseerse a sí mismo", dice el autor. Un sistema en el que no sólo hay una disección pobre-rico dentro de la cual el rico se alimenta del pobre a la vez que le teme y margina (el pobre hace lo mismo, come de trabajar para el rico, y también le teme y lo margina) sino que ya es un un sistema perforado por dinámicas de la obtención de creación de valor material. La moral del comprador como destino inevitable, a esta altura todo esto forma parte del sentido común. El vacío existencial que tienen los ricos es creado por su propio consumo, dice Lipovetsky.
Este concepto es un lugar común de parte de todos los intelectuales frankfortianos, y es tratado por Lipovetski con una delicadeza tal que nos pasa inadvertido, bien justificado y razonable. Lo vemos como una conclusión inevitablemente lógica (Ellos que lo poseen todo, se darán cuenta de que todo no es nada... son tan miserables que todo lo que tienen es algo por lo que han debido pagar dinero). Y el encanto de Lipovetski, aparte de que escribe cosas con tinte parecido siempre pero de alguna forma se reinventa (ver La era del vacío, La tercer mujer, El imperio de lo efímero, El crepúsculo del deber...) está también en que en alguna de sus conclusiones puede sonar como un viejo clisé romántico con reminiscencias comunistas, pero la forma en que llega a esa conclusión suele no ser falaz, ser original y ser abrumadoramente irrefutable. Tiene un talento especial para encontrar caminos nuevos que llevan a lugares más o menos conocidos por alguien con dos dedos de frente.

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